Hace ya bastantes años tuve la ocurrencia de pasar varios días en un hotel de la ciudad mientras los albañiles realizaban obras en mi casa. Pude haberme alojado en la casa de algún familiar, pero preferí el hotel porque estaba convencido de que la experiencia de vivir como forastero en mi propia tierra podría resultar interesante, como así fue.
En el hotel conocí a un grupo de turistas a quienes me uní en sus excursiones por la ciudad y por los pueblos próximos. Fue así, recorriendo mi propia tierra como si fuera extranjero, como creo que aprendí a fijarme mejor en las cosas hermosas e interesantes que aquí tenemos, dignas de llamar la atención del visitante y que sin embargo pasan desapercibidas para quienes, hechos a su presencia, pasamos cada día a su lado sin apenas reparar en ellas.
